viernes, 27 de febrero de 2009

Si de verdad uno muriera



José Abreu Felippe

Partió al exilio en 1983. Vivió unos años en Madrid, España, y en la actualidad reside en Miami. Su obra abarca poesía, narrativa, y teatro. Su novela Siempre la lluvia resultó finalista en el concurso Letras de Oro. Premio de Poesía Gaston en España por El tiempo afuera. Ha publicado Orestes de noche, Cantos y elegías, Amar así, Habanera fue - con sus hermanos Juan y Nicolás-, Teatro, que reúne cince piezas, así como Sabanalamar, Cuentos mortales y Dile adiós a la Virgen.
Datos
Si de verdad uno muriera
Personajes 6 /duración aprox. 60 min./Word
Autor:
José Abreu Felippe

José Abreu Felippe. La Habana. Al salir de Cuba vivió unos años en Madrid y en la actualidad reside en Miami. Su obra abarca poesía, narrativa y teatro. Su novela Siempre la lluvia resultó finalista en el concurso Letras de Oro, y recientemente recibió el Premio de Poesía Gastón Baquero en España por su libro El tiempo afuera. Ha publicado Orestes de noche, Cantos y elegías, Amar así, Habanera fue -con sus hermanos Juan y Nicolás-, Teatro, que reúne cinco piezas, así como Sabanalamar, Cuentos mortales y Dile adiós a la virgen.



Lee un poco de la obra

La obra transcurre a una hora cualquiera de un día o una noche de un mes y un año cualquiera. Y en cualquier lugar.


Prólogo

Oscuridad total. Empieza a escucharse lo que parece ser el ruido de un avión aterrizando. En medio del estruendo final, una luz comienza a centellear en el centro del escenario. Se divisa en su interior una pareja muy unida, como si una figura se apoyara en la otra, como si una buscara protección en la otra. Hay movimientos bruscos, un brazo que se alza, una

mano que resguarda un rostro, un torso que se arquea, que se retuerce. La luz, como casi nunca ocurre, va venciendo a la sombra y cesa el ruido. Ahora se ve claro. Hay dos seres humanos, un hombre y una mujer, son Oscar y Ana que han regresado. Después de no se sabe cuántos años, han logrado su objetivo, su gran sueño, y han regresado. Están de vuelta, acaban de salir y nosotros los estamos viendo. Yo diría que son viejos. Sus cuerpos son viejos, sus rostros son viejos pero tiernos. No están contentos por haber regresado, más bien se ven tristes y asustados. Ana lleva el pelo corto, como le asienta a ella. Se ha teñido las canas para el viaje de un caoba muy claro que reluce. Lleva una blusa blanca con encajes en el cuello y las mangas, y una saya azul plisada que le cae larga, ancha, mágica, casi hasta los tobillos. Sus zapatos son negros, lisos, sin adornos, apenas una necesidad para cubrir los pies. Oscar la sostiene fuertemente por el brazo. De joven debió tener un pelo muy hermoso. Las mujeres seguramente se volvieron locas por aquel pelo negro, sedoso, bien untado de grasa para que brillara. Ana se enamoró primero de aquel pelo que provocaba deseos irrecusables de tocarlo, de acariciarlo. Hasta de peinarlo, pero a él no le agradaba que le tocaran la cabeza. Desde luego que eso fue hace tiempo, ahora tiene entradas que le extienden la frente hasta la coronilla. Más bien es un calvo, con mechones plateados sobre las grandes orejas. Lleva una camisa de mangas cortas con un par de botones al aire que permiten ver el blanco de la camiseta. El pantalón es negro, igual que los zapatos. Ana y Oscar avanzan lentamente hasta el proscenio en el círculo de luz que los guía y los ciega.


Para terminar de leerla descargala en el siguiente enlace...


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Si de verdad uno muriera



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